Miradas en la calle

Día a día nadamos contra una corriente de caras al caminar por la vereda. El cruce de miradas es inevitable, pero hay que tener en cuenta ciertas leyes que valen para estos fugaces entreveros visuales. Por ejemplo, existe una forma exacta de mirar a alguien que, invariablemente, provocará que el otro salude. Esta mirada involucra también otras partes de la cara y básicamente es una cruza entre una sonrisa y el gesto de un estornudo que no llega.

Otro efecto tiene que ver con la leve negociación que decide quién se aparta para que pase el otro. El secreto aquí es no mirar al contendiente. No vale de nada hacerse el macho imbatible aquí-paso-yo. La actitud eficaz es mirar hacia el costado, y lanzarse hacia adelante con una simulada inconsciencia. Si hubiéramos mirado al otro hubiéramos sembrado en su inconsciente la idea de que estamos pendientes de él.

Si no hay caso y no logra dominar este arte, no desespere: cómprese unos anteojos negros y gánese el mirar como quiera a quien quiera.